Lo conocí cuando tenia 14 años, estaba sentado en la mesa del comedor de Hayde Cadett. Era lo mas parecido a un San Nicolás sin el traje rojo, pero si los mismos lentes y aquella hermosa y abundante barba blanca. Me le senté a un lado y le vi como a los 72 años creaba una manera única de comerse una arepa, no la abrió por el medio, no la pico por la mitad, solo le unto mantequilla por arriba, le coloco jamón y queso y se la comió como una rebanada de arepa. Me miro y me dijo-Tiene explicación, así nada se le sale por los bordes. Ambos sonreímos. Luis Luksic con sus sandalias Europeas, su Guayabera Venezolana y su sonrisa Internacional, era pintor, poeta, escritor, cuenta cuento , titiritero y un hombre lleno de una ingenua pureza a toda prueba. Me abrió una maleta marrón, me mostró sus títeres y pregunto si me gustaban, si quería alguno? Le dije que si y el me contesto que me tenia algo mejor. Tomo su bolígrafo y se dibujo caritas en cada dedo de su mano, los identifico con nombres y me hizo una pequeña representación teatral. -Estos cinco títeres son para ti, pero no podrás llevártelos a casa nunca, solo podrás jugar con ellos mientras estés aquí conmigo.
Algunos años después yo y un grupo de amigos nos alojamos en su apto de Chacao, durante un festival de teatro, una especie de refugio donde entraban y salían artistas para pasar la noche. Alli en el piso me leí por primera vez Cartas a Theo de Van Gogh, allí entre libros desordenados de Impresionismo y Lao Tse, me dormí dentro de un Sleeping bag al lado de un tipo que venia de clavar una daga en el vientre de un osito Teddy. Desperté y regrese a casa, recordando siempre que hay actos en la vida que son para tenerlos mientras se esta allí. No se pueden traer a casa. Aunque te los regalen, aunque lo sepas tuyo, los dedos de Lucho se llevaron mis títeres y los besos de aquel hombre se llevaron mis juegos de magia.